9 de noviembre de 2024
(Datos actualizados marzo 2025)
El Plan de Pensiones es, por antonomasia, el producto dirigido a complementar, no sustituir, la pensión de jubilación de la Seguridad Social. No obstante, sus especiales características fiscales requieren un correcto asesoramiento profesional para conseguir que las ventajas superen sus inconvenientes, y se puedan aprovechar al máximo las posibilidades de obtener el mayor beneficio fiscal y financiero.
De entrada, aclaremos que, coloquialmente, se habla de Plan de Pensiones para referirse a un conjunto de productos de Previsión Social que comparten una fiscalidad común, aunque forman parte de diferentes categorías: Plan de Pensiones de Empleo, Plan de Pensiones Individual, Plan de Pensiones de Empleo Simplificado (trabajadores RETA), Plan de Previsión Asegurado… Aquí hablamos de Plan de Pensiones para referirnos genéricamente a todas ellas.
Además de las virtudes comunes a todos los productos de ahorro (crear hábito de ahorro, complementar prestaciones de la Seguridad Social, constituir un fondo para posibles necesidades futuras…), el Plan de Pensiones tiene un tratamiento fiscal específico: Hacienda considera que lo aportado a un Plan de Pensiones es un capital que ese año no se ha ingresado, de manera que reduce el total de ingresos que ese ejercicio se declara en el IRPF. Ese dinero pasa a una hucha (con la posibilidad de elegir entre diferentes tipos de inversión) y, llegada la jubilación, el titular decide cuándo y cómo desea recuperarlo sabiendo que, en ese momento, Hacienda lo va a considerar un ingreso que deberá declararse en el IRPF. Ese diferimiento del impuesto (siendo trabajador dejo de tributar por el dinero aportado al Plan y lo hago más tarde cuando lo recupero estando jubilado), realizado con el debido asesoramiento, nos genera un beneficio fiscal: tributo por el dinero rescatado del Plan de Pensiones cuando mi factura fiscal es más pequeña, ya que mis ingresos como jubilado son más reducidos, pero previamente había dejado de tributar por las aportaciones al Plan de Pensiones cuando los ingresos eran más cuantiosos como trabajador activo y mayor la factura fiscal (recordamos que el IRPF tiene una escala progresiva). Añadamos que, durante ese período, el capital del Plan de Pensiones también ha generado rentabilidad (ver entrada blog dedicada al interés compuesto).
Veamos algunos planteamientos que siguen esta lógica de ingresar menos hoy para cobrar más mañana, obteniendo así una doble rentabilidad financiero-fiscal:
- La pensión máxima por jubilación en 2025 es de 45.746 €. Cuanto más superen los ingresos de un trabajador esa cantidad, más evidente es la rentabilidad fiscal de un plan de pensiones; además de reducir inmediatamente la factura fiscal, constituye un capital que palía la reducción de ingresos que tendrá en la jubilación.
- Trabajadores autónomos que han cotizado por bases mínimas (según Seguridad Social, el 85%) y que están abocados a pensiones reducidas. Mayor necesidad de destinar parte de lo de hoy a lo de mañana, obteniendo además más rentabilidad financiero-fiscal pues cobrará el Plan de Pensiones en un contexto de ingresos más reducido.
- Trabajadores con cónyuges que tienen ingresos inferiores a 8.000 € al año, pudiendo realizar aportaciones a su favor en un Plan de Pensiones.
- Aquellos con hijos discapacitados, a favor de los cuales se puede constituir un Plan de Pensiones con deducciones de hasta 24.250 €.
- Estrategia de transmisión mortis causa con Planes de Pensiones a favor de herederos para evitar que este capital forme parte del caudal hereditario y no se tribute por el Impuesto de Sucesiones.
En resumen, el Plan de Pensiones es una opción de ahorro para la jubilación (aunque permite el cobro previo si se dan determinadas circunstancias -desempleo, enfermedad grave, incapacidad…-), que tiene una regulación fiscal que, con el debido asesoramiento, permite obtener no sólo una rentabilidad financiera sino una rentabilidad fiscal que lo convierte en un producto indispensable en cualquier estrategia de planificación a largo plazo.
Alejandra Blanco González